Yami
El demonio de cabellos bicolores sabía que estaba luchando una batalla perdida desde que enredó las piernas alrededor de la cintura de Feyrir y se sintió desvanecer. La reunión con Lucifer les había costado más que sólo esfuerzo físico, la perspectiva de un futuro incierto para su familia y la constante amenaza del Señor del Infierno sobre sus cabezas era suficiente para tenerlo tumbado sobre las cómodas sábanas de su habitación por días, sintiendo lástima por sí mismo. Estaba seguro que si hubiera pertenecido al batallón de Pereza, eso estaría haciendo; sin embargo, era un digno soldado de Orgullo y primero muertos antes de admitir la derrota. Por lo tanto, fingiendo fuerzas que estaba lejos de sentir, intentó seguirle el ritmo al rubio hasta que éste encontrara un apropiado desahogo con su cuerpo; sin embargo, mientras las horas pasaban y el fuego dentro de su demonio seguía refulgiendo con el mismo clamor que desde el principio, su determinación comenzó a desvanecerse. Aunque su mente quisiera seguir adelante su cuerpo se apagaba poco a poco con cada furiosa embestida, sus extremidades se volvían tan pesadas como si estuvieran hechas de hierro y su cabeza sólo se mecía como una muñeca. Sin darse cuenta, sus ojos finalmente se cerraron en algún momento de su noveno orgasmo, su cuerpo reaccionando involuntariamente por la estimulación física y derramando con dolorosa prontitud el preciado líquido seminal que era arrebatado de su ser.
Lejos estaba dentro del mundo de los sueños que no fue consciente de su cuerpo siendo usado un par de veces más y sus orgasmos arrancados. En los siglos que llevaba siendo la pareja de Lujuria, éste había mostrado un impecable autocontrol de sus instintos sin abusar de su cuerpo, al menos no sin su consentimiento o conocimiento. Por lo tanto, grande fue su sorpresa al despertarse adolorido y solo en el sillón del recibidor cuando los rayos de los numerosos soles del infierno se filtraron por las cortinas. Cuando un haz de luz se posó sobre un costado de su rostro, emitió un gruñido de inconformidad e intentó moverse hacia uno de sus costados, siendo consciente al instante de la dolorosa realidad. El gruñido se transformó en un gemido de dolor cuando elevó sus pesados párpados e intentó mover de nuevo sus agotados músculos.
- … ¿Feyrir? – susurró con voz estrangulada, moviendo su entumecido cuello de un lado a otro en busca de un destello dorado que significara la cabellera de su pareja. Con otro gemido intentó incorporarse, cayendo casi de inmediato al suelo con pesadez sobre sus temblorosas piernas – Maldición – juró bajo el aliento cuando sus cabellos lacios se pegaron sobre su pálido rostro y espalda debido al sudor.
Los recuerdos de las horas previas pasaron borrosamente frente a sus ojos, provocándole un fuerte mareo. ¿Cuántas horas habían pasado ya? ¿Dónde estaba su pareja? Con el cejo fruncido, se limpió el sudor de la frente y se quitó algunos rebeldes mechones que insistían en pegarse mientras sus ojos escaneaban sus alrededores. El recibidor era un desastre, ropa tirada por todos lados, le pareció ver su pantalón sobre una lámpara, algunas cortinas hechas jirones y los especieros de la mesa estaban rotos junto a las sillas. Vaya que habían tenido una noche intensa, no había duda de por qué su cuerpo le dolía tanto. Suprimiendo otro gemido, intentó incorporarse esta vez teniendo más cuidado con sus descoordinadas extremidades. El líquido que no se había secado y había permanecido caliente en su interior, rápidamente salió deslizándose por sus piernas. El estómago y pecho los tenía pegajoso y ni siquiera quería ver la cantidad de líquido seco que se encontraba ahí.
Permaneció de pie en medio de la habitación tratando de poner en orden los retazos de imágenes cuando escuchó pequeños pasos en el piso superior. Sus hijos no podían verlo en ese estado. Dando un respingo, sacó sus alas y, antes de partir directo a sus aposentos para un largo baño donde pensaría en Lucifer y su ausente pareja, arregló el recibidor con un fluido movimiento de su mano.
Lucifer
Los ojos oscuros del Señor del Infierno siguieron cada escalofrío que erizaba deliciosamente la piel de la mujer, deslizándolos con Lujuria por las curvas que vestían aquel cuerpo. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando los cuerpos de Memphis y Nova desaparecieron como un espejismo, dejándolo solo con la pareja de Orgullo. Sonriendo de medio labio, apareció frente a la demoniza en un instante materializando su intimidante figura de la nada, encorvándose ligeramente para tomarla del brazo sano y ayudarla a incorporarse.
- Todos mis hijos son unos idiotas, especialmente Jared por no saber la hermosa flor que tiene a su lado – susurró con su voz grave mientras enredaba sus largos dedos con delicadeza en la fractura. Sus ojos brillaban con especial deseo, sintiendo las horas que habían pasado sin enterrarse en un delicioso cuerpo, especialmente en uno lujurioso como el de la mujer. Sería todo un entretenimiento despertar primero esos instintos primitivos y lascivos característicos de Lujuria para después pulir la energía de Orgullo que se mezclaba torpemente con ésta. Pobre e ingenuo Jared, quien gusta de pensarse como el demonio más inteligente pero no hace nada para explotar la arrebatadora energía de la demoniza que tiene a su lado. Estúpido. Si sus hijos hubieran sabido cómo explotar la energía de sus parejas, mezclar ambas esencias y usarlas para su provecho, entonces él estaría muerto. Pero desafortunadamente para ellos, no era así… y no sería nunca así, ya que él primero explotaría a las parejas para su propio beneficio.
Mostrando una sonrisa más benevolente, elevó la mano que no ocupaba en la sanación para acariciar la tersa mejilla y barrer algunos rebeldes mechones castaños. Su cuerpo se inclinó con suavidad hasta doblarse a la altura de la mujer y poder susurrarle al oído.
- ¿Sabes acaso cómo explotar el verdadero poder que tienes dentro? – tentó con voz melosa, esperando despertar el lado orgulloso de la mujer mientras elevaba un poco de su energía y se mezclaba con la de ésta, empezando a moldearla a su antojo como todo un maestro constructor. Jared nunca le había invertido tiempo y dedicación a moldear la energía orgullosa de Rose y unirla a la de lujuria en una sola… así que él se tomaría el tiempo para hacerlo.
Dante/Kael
El ángel sujetó con firmeza a su pareja, observándola con preocupación y escaneando su energía en busca de algo más que solo cansancio y hambre. Afortunadamente, su escaneo terminó sin mayores complicaciones, corroborando únicamente el estado actual de la mujer. Sin pensarlo dos veces, pasó un brazo por debajo de las rodillas de Freya y la cargó en vilo, indicándole que apoyara su cabeza en su pecho para que descansara un momento.
- Será mejor que nos retiremos para que te alimentes apropiadamente – susurró con voz dulce para después depositar un beso en su frente – Con permiso, eres bienvenido a permanecer en nuestro recinto – se despidió sin hacerle mucho caso al muchacho que lo veía con cierto recelo. Sin un segundo vistazo, se dirigió a sus aposentos con Freya en brazos – Sería apropiado que limitaras tus visitas al Infierno ahora que su Señor ha regresado – habló después de unos minutos de silencio cuando reapareció dentro de su habitación y depositó a la mujer en la cama
Mientras tanto, los ojos de Dante se encontraban fijos en el manto nocturno sintiendo la pesadez que se apropiaba de su cuerpo poco a poco. Cada vez que la luna se posaba en lo más alto, una ola de nostalgia lo embargaba arrullando su cuerpo hacia el mundo de los sueños. Sin pensar en lo acontecido aquel día, se dirigió lenta y pesarosamente hacia una de las cabañas desocupadas cerca de los límites del bosque. Afortunadamente, las residencias contaban con todo lo básico para ser habitable, incluyendo una mullida almohada y una cálida frazada. Al instante que su mirada se fijó en la cama, sus piernas flaquearon y sus párpados comenzaron a caer sobre sus oscuros ojos. Ya se había acostumbrada al sopor que le embargaba cuando la noche caía y la hora de sueño se acercaba, su cuerpo se volvía lento e incluso su lenguaje se descuidaba y limitaba, pero cuando los rayos del sol acariciaban su piel, su cuerpo se activaba como si una corriente eléctrica lo recorriera, impulsándolo a moverse sin cesar.
Sintiendo el pesar del día sobre sus hombros, se arrastró sobre la frazada y se dejó caer boca abajo, quedando dormido segundos antes de que su rostro se enterrara en la almohada…
… estaba de nuevo en aquel mundo extraño…
… nada tenía sentido…
… todo estaba lleno de rostros y voces que desconocía…
… algunas veces sus sueños eran alegres, otras veces tristes… pero otras más aterradores…
… de nuevo estaba perdido, sin saber si avanzaba o retrocedía en ese mundo sin paredes. Su cuerpo se deslizaba como vapor hacia numerosas puertas cerradas… algunas se sacudían, otras se parecían derretirse, algunas más lloraban…
… su cuerpo no dejaba de moverse, siendo arrastrado por una corriente que le empujaba insistentemente hacia una dirección determinada…
Con un último empujón, su cuerpo se estrelló con pesadez en una puerta dorada. Para amortiguar el impacto, posó ambas palmas en su superficie tratando de impulsarse hacia atrás para regresar a la corriente, sin embargo, una voz dulce se coló por debajo de la puerta hasta sus oídos.
“Memphis vendrá por nosotras”
En el mundo real, en la oscuridad de la cabaña, un débil león de líneas doradas comenzaba a resplandecer en un costado del rostro de Dante.
Miros/Nine
Los embarazos demoniacos no eran sencillos, únicamente demonios de alto rango eran capaces de concebir y sobrevivir al parto debido a la inestabilidad en la energía del bebé. La esencia demoniaca era primitiva y agresiva, como la chispa que prende la mecha de una explosión, si el cuerpo donde reside el bebé no era lo suficientemente fuerte o capaz entonces la energía inestable terminaría destruyendo a ambos. A pesar de haber pasado por un embarazo, era la primera vez que Yuna daba a luz a un demonio puro que contenía la esencia completa de un General, por lo tanto entendía la confusión y el dolor que contorsionaba todo el hermoso rostro de la demoniza. Inspirando con profundidad, apoyó sus manos en el agitado vientre y lo recubrió de una espesa capa verde que calmaría un poco la inestabilidad de la energía y proporcionaría un respiro a la mujer. Los movimientos del médico eran calculados, medidos con exactitud para no agraviar la situación de la parturienta con su propia energía. Su bebé había comenzado a agitarse en su propio vientre, iracundo como su padre daba tremendas patadas que volvían sus rodillas como gelatina.
- Solo un poco más – musitó por debajo de su aliento, intentando ignorar los reclamos de su propio bebé para aliviar lo más pronto posible a Yuna. Cuando la energía se estabilizó, una sonrisa de autosuficiencia se asomó por su sudoroso rostro. Ahora el momento adecuado para proceder. Una vez que la energía se estabilizara, tenía pocos minutos para operar y remover al bebé sin mayores daños ya que se encontraba ligeramente sedado – Bien – alejó una de sus manos y movió el dedo índice hacia la base del vientre, dispuesto a hacer una pequeña incisión por donde saldría la futura princesa.
Al escuchar la atronadora voz de su pareja, su mano tembló y se detuvo a pocos milímetros de la piel de Yuna, afortunadamente sin hacerle algún corte. Dirigió una furiosa mirada a Shurik quien parecía cubrir toda la sala de operaciones con su enorme figura y sus alas extendidas.
- ¡¿Qué diablos crees que estás haciendo?! – increpó temblando de molestia. Nadie se interponía entre él y un paciente. A Nine poco le importaba la rivalidad entre los hermanos y los problemas con Lucifer, él tenía un deber para con sus pacientes y en ese momento Yuna era uno de ellos - ¡No puedes…! ¡Tú…! – comenzó a farfullar de manera entrecortada, sintiendo la tensión de las últimas horas sobre su cuerpo. Las extremidades le temblaban con violencia, el cuello donde había mordido Lucifer volvía a supurar con sangre y su bebé había reaccionado a la ira de su padre, agitándose con ahínco. Logró resistirse por unos segundos a la mano que lo jalaba con fuerza hasta que cayó con pesadez sobre uno de los costados de Shurik, estrellando el vientre primero - ¡Mil mierdas, tú maldi…! – pero una bola de energía que pasó rozando por su oreja, lo cayó al instante.
Sorprendido, Nine dirigió su mirada a un lívido Miros quien se había colocado entre Yuna e Ira con las alas extendidas de manera amenazadora. La amplia sala de operaciones se encogió hasta ser casi inexistente ante el poder de los hermanos. Los ojos del General de la Avaricia se habían oscurecido mientras que sus colmillos se hacían cada vez más presentes. ¡¿Cómo se atrevía Alekssandre?! ¡¿Prefería poner en peligro la vida de un inocente?! Tan ensimismado estaba en su propia furia, que no se dio cuenta que él estaba haciendo lo mismo con Nine al atacarlo de manera tan abierta. La cabeza del peli violeta estaba hecha un caos ante el sufrimiento visible de Yuna. No estaba seguro si el dolor era normal e intentaba consolarla a través de la marca, pero el desplante de Shurik fue la gota que derramó el vaso.
- Erro… - repitió desconcertado para después renovar su furia al darse cuenta de la rivalidad que aún sentía Ira hacia sus hermanos “traidores”. Sin pensarlo detenidamente, lanzó una nueva bola de energía que desapareció junto con Shurik cuando se transportó con Nine - ¡Maldición! – gritó con impotencia mientras se volvía rápidamente ante los temblorosos ayudantes, quienes se encogían en las esquinas. Sus ojos evaluaron a cada uno. Ninguno tenía la habilidad suficiente como Nine para realizar el procedimiento… no podía ser… ¿es que acaso Shurik no le importaba la vida de sobrina? ¿En serio la iba a dejar morir? ¿A quién acudiría ahora?
Su mirada violeta se movió por todos lados, pensando en sus escasas posibilidades. Chistando, se movió de nuevo hacia Yuna y acarició sus cabellos escarchados, sus manos temblaban y sus labios formaban una tensa línea que le impedían sonreír.
- No te preocupes… lo voy a solucionar – le susurró depositando un beso en la pálida y fría frente observando como poco a poco, la capa verde que Nine había invocado sobre el vientre desaparecía – Alguien debe…
- ¿Llamaste? – la fría y grave voz que escuchó a sus espaldas lo petrificó al instante – Yo puedo ser de mucha ayuda – aún encorvado sobre Yuna, Miros observó la alta figura de su padre parado en las puertas dobles de la sala con una sonrisa posada en sus labios.
Lucifer profundizó la sonrisa y caminó con porte casual hasta posarse delante de su hijo, quien se percató de que se trataba de una copia más de su padre. El original estaba ocupado en asuntos más importantes. El mayor le hizo una señal a su hijo para que se apartara, pero éste se encontraba amurallado delante de Yuna, dispuesto a protegerla de su padre.
- Estás idiota si crees que te voy a dejar – le gruñó enseñándole los colmillos y sujetando con una mano la orilla de la camilla donde se encontraba su pareja. Prefería que Febe realizara el parto antes de dejar que Lucifer les pusiera una mano encima a la mujer y a su bebé. Nadie sabía realmente lo que pasaba por la cabeza del mayor, quien siempre estaba urdiendo nuevos planes para torturar a sus hijos.
- No tienes muchas opciones – respondió encogiéndose de hombros y traspasando a su hijo como si se tratase de un fantasma. El cuerpo de Miros se estremeció y automáticamente se apartó cuando lo recorrió una corriente eléctrica.
- ¿Por qué…? ¿Tú qué sabes…? – masculló sin remover la mano de la escarchada orilla de la camilla
- Porque quiero ver cómo la ira te consume al saber que tu adorado padre recibió primero en brazos a tu bebé – sonrió con crueldad mientras que, con suma maestría y delicadeza, apoyó las manos sobre el vientre de la mujer ocasionando que el bebé dejara de removerse al instante. Dándole un largo vistazo a su hijo, observó como todas las tonalidades de rojo cubrían su rostro viéndose impotente para intervenir – Además fui yo quien los recibió a todos ustedes de sus madres - sabiéndose ganador de aquella batalla, Lucifer comenzó a operar con el conocimiento de que su hijo valoraría más la salud de su familia que la humillación.
Mientras tanto, en los cuarteles de Ira, un furioso Nine sostenía el muslo ensangrentado donde la bola de energía que Miros lanzó de último lo había impactado. Sus ojos azules se clavaban en la figura de su pareja.
- ¡¿Qué diablos te pasa?! – su gritó se convirtió de repente en un gemido de dolor. La pequeña figura del doctor se dobló a la mitad mientras que sus ensangrentadas manos se cubrían el vientre – Maldición – cerró con fuerza sus párpados palpando a ciegas por la pared para recargarse
El demonio de cabellos bicolores sabía que estaba luchando una batalla perdida desde que enredó las piernas alrededor de la cintura de Feyrir y se sintió desvanecer. La reunión con Lucifer les había costado más que sólo esfuerzo físico, la perspectiva de un futuro incierto para su familia y la constante amenaza del Señor del Infierno sobre sus cabezas era suficiente para tenerlo tumbado sobre las cómodas sábanas de su habitación por días, sintiendo lástima por sí mismo. Estaba seguro que si hubiera pertenecido al batallón de Pereza, eso estaría haciendo; sin embargo, era un digno soldado de Orgullo y primero muertos antes de admitir la derrota. Por lo tanto, fingiendo fuerzas que estaba lejos de sentir, intentó seguirle el ritmo al rubio hasta que éste encontrara un apropiado desahogo con su cuerpo; sin embargo, mientras las horas pasaban y el fuego dentro de su demonio seguía refulgiendo con el mismo clamor que desde el principio, su determinación comenzó a desvanecerse. Aunque su mente quisiera seguir adelante su cuerpo se apagaba poco a poco con cada furiosa embestida, sus extremidades se volvían tan pesadas como si estuvieran hechas de hierro y su cabeza sólo se mecía como una muñeca. Sin darse cuenta, sus ojos finalmente se cerraron en algún momento de su noveno orgasmo, su cuerpo reaccionando involuntariamente por la estimulación física y derramando con dolorosa prontitud el preciado líquido seminal que era arrebatado de su ser.
Lejos estaba dentro del mundo de los sueños que no fue consciente de su cuerpo siendo usado un par de veces más y sus orgasmos arrancados. En los siglos que llevaba siendo la pareja de Lujuria, éste había mostrado un impecable autocontrol de sus instintos sin abusar de su cuerpo, al menos no sin su consentimiento o conocimiento. Por lo tanto, grande fue su sorpresa al despertarse adolorido y solo en el sillón del recibidor cuando los rayos de los numerosos soles del infierno se filtraron por las cortinas. Cuando un haz de luz se posó sobre un costado de su rostro, emitió un gruñido de inconformidad e intentó moverse hacia uno de sus costados, siendo consciente al instante de la dolorosa realidad. El gruñido se transformó en un gemido de dolor cuando elevó sus pesados párpados e intentó mover de nuevo sus agotados músculos.
- … ¿Feyrir? – susurró con voz estrangulada, moviendo su entumecido cuello de un lado a otro en busca de un destello dorado que significara la cabellera de su pareja. Con otro gemido intentó incorporarse, cayendo casi de inmediato al suelo con pesadez sobre sus temblorosas piernas – Maldición – juró bajo el aliento cuando sus cabellos lacios se pegaron sobre su pálido rostro y espalda debido al sudor.
Los recuerdos de las horas previas pasaron borrosamente frente a sus ojos, provocándole un fuerte mareo. ¿Cuántas horas habían pasado ya? ¿Dónde estaba su pareja? Con el cejo fruncido, se limpió el sudor de la frente y se quitó algunos rebeldes mechones que insistían en pegarse mientras sus ojos escaneaban sus alrededores. El recibidor era un desastre, ropa tirada por todos lados, le pareció ver su pantalón sobre una lámpara, algunas cortinas hechas jirones y los especieros de la mesa estaban rotos junto a las sillas. Vaya que habían tenido una noche intensa, no había duda de por qué su cuerpo le dolía tanto. Suprimiendo otro gemido, intentó incorporarse esta vez teniendo más cuidado con sus descoordinadas extremidades. El líquido que no se había secado y había permanecido caliente en su interior, rápidamente salió deslizándose por sus piernas. El estómago y pecho los tenía pegajoso y ni siquiera quería ver la cantidad de líquido seco que se encontraba ahí.
Permaneció de pie en medio de la habitación tratando de poner en orden los retazos de imágenes cuando escuchó pequeños pasos en el piso superior. Sus hijos no podían verlo en ese estado. Dando un respingo, sacó sus alas y, antes de partir directo a sus aposentos para un largo baño donde pensaría en Lucifer y su ausente pareja, arregló el recibidor con un fluido movimiento de su mano.
Lucifer
Los ojos oscuros del Señor del Infierno siguieron cada escalofrío que erizaba deliciosamente la piel de la mujer, deslizándolos con Lujuria por las curvas que vestían aquel cuerpo. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando los cuerpos de Memphis y Nova desaparecieron como un espejismo, dejándolo solo con la pareja de Orgullo. Sonriendo de medio labio, apareció frente a la demoniza en un instante materializando su intimidante figura de la nada, encorvándose ligeramente para tomarla del brazo sano y ayudarla a incorporarse.
- Todos mis hijos son unos idiotas, especialmente Jared por no saber la hermosa flor que tiene a su lado – susurró con su voz grave mientras enredaba sus largos dedos con delicadeza en la fractura. Sus ojos brillaban con especial deseo, sintiendo las horas que habían pasado sin enterrarse en un delicioso cuerpo, especialmente en uno lujurioso como el de la mujer. Sería todo un entretenimiento despertar primero esos instintos primitivos y lascivos característicos de Lujuria para después pulir la energía de Orgullo que se mezclaba torpemente con ésta. Pobre e ingenuo Jared, quien gusta de pensarse como el demonio más inteligente pero no hace nada para explotar la arrebatadora energía de la demoniza que tiene a su lado. Estúpido. Si sus hijos hubieran sabido cómo explotar la energía de sus parejas, mezclar ambas esencias y usarlas para su provecho, entonces él estaría muerto. Pero desafortunadamente para ellos, no era así… y no sería nunca así, ya que él primero explotaría a las parejas para su propio beneficio.
Mostrando una sonrisa más benevolente, elevó la mano que no ocupaba en la sanación para acariciar la tersa mejilla y barrer algunos rebeldes mechones castaños. Su cuerpo se inclinó con suavidad hasta doblarse a la altura de la mujer y poder susurrarle al oído.
- ¿Sabes acaso cómo explotar el verdadero poder que tienes dentro? – tentó con voz melosa, esperando despertar el lado orgulloso de la mujer mientras elevaba un poco de su energía y se mezclaba con la de ésta, empezando a moldearla a su antojo como todo un maestro constructor. Jared nunca le había invertido tiempo y dedicación a moldear la energía orgullosa de Rose y unirla a la de lujuria en una sola… así que él se tomaría el tiempo para hacerlo.
Dante/Kael
El ángel sujetó con firmeza a su pareja, observándola con preocupación y escaneando su energía en busca de algo más que solo cansancio y hambre. Afortunadamente, su escaneo terminó sin mayores complicaciones, corroborando únicamente el estado actual de la mujer. Sin pensarlo dos veces, pasó un brazo por debajo de las rodillas de Freya y la cargó en vilo, indicándole que apoyara su cabeza en su pecho para que descansara un momento.
- Será mejor que nos retiremos para que te alimentes apropiadamente – susurró con voz dulce para después depositar un beso en su frente – Con permiso, eres bienvenido a permanecer en nuestro recinto – se despidió sin hacerle mucho caso al muchacho que lo veía con cierto recelo. Sin un segundo vistazo, se dirigió a sus aposentos con Freya en brazos – Sería apropiado que limitaras tus visitas al Infierno ahora que su Señor ha regresado – habló después de unos minutos de silencio cuando reapareció dentro de su habitación y depositó a la mujer en la cama
Mientras tanto, los ojos de Dante se encontraban fijos en el manto nocturno sintiendo la pesadez que se apropiaba de su cuerpo poco a poco. Cada vez que la luna se posaba en lo más alto, una ola de nostalgia lo embargaba arrullando su cuerpo hacia el mundo de los sueños. Sin pensar en lo acontecido aquel día, se dirigió lenta y pesarosamente hacia una de las cabañas desocupadas cerca de los límites del bosque. Afortunadamente, las residencias contaban con todo lo básico para ser habitable, incluyendo una mullida almohada y una cálida frazada. Al instante que su mirada se fijó en la cama, sus piernas flaquearon y sus párpados comenzaron a caer sobre sus oscuros ojos. Ya se había acostumbrada al sopor que le embargaba cuando la noche caía y la hora de sueño se acercaba, su cuerpo se volvía lento e incluso su lenguaje se descuidaba y limitaba, pero cuando los rayos del sol acariciaban su piel, su cuerpo se activaba como si una corriente eléctrica lo recorriera, impulsándolo a moverse sin cesar.
Sintiendo el pesar del día sobre sus hombros, se arrastró sobre la frazada y se dejó caer boca abajo, quedando dormido segundos antes de que su rostro se enterrara en la almohada…
… estaba de nuevo en aquel mundo extraño…
… nada tenía sentido…
… todo estaba lleno de rostros y voces que desconocía…
… algunas veces sus sueños eran alegres, otras veces tristes… pero otras más aterradores…
… de nuevo estaba perdido, sin saber si avanzaba o retrocedía en ese mundo sin paredes. Su cuerpo se deslizaba como vapor hacia numerosas puertas cerradas… algunas se sacudían, otras se parecían derretirse, algunas más lloraban…
… su cuerpo no dejaba de moverse, siendo arrastrado por una corriente que le empujaba insistentemente hacia una dirección determinada…
Con un último empujón, su cuerpo se estrelló con pesadez en una puerta dorada. Para amortiguar el impacto, posó ambas palmas en su superficie tratando de impulsarse hacia atrás para regresar a la corriente, sin embargo, una voz dulce se coló por debajo de la puerta hasta sus oídos.
“Memphis vendrá por nosotras”
En el mundo real, en la oscuridad de la cabaña, un débil león de líneas doradas comenzaba a resplandecer en un costado del rostro de Dante.
Miros/Nine
Los embarazos demoniacos no eran sencillos, únicamente demonios de alto rango eran capaces de concebir y sobrevivir al parto debido a la inestabilidad en la energía del bebé. La esencia demoniaca era primitiva y agresiva, como la chispa que prende la mecha de una explosión, si el cuerpo donde reside el bebé no era lo suficientemente fuerte o capaz entonces la energía inestable terminaría destruyendo a ambos. A pesar de haber pasado por un embarazo, era la primera vez que Yuna daba a luz a un demonio puro que contenía la esencia completa de un General, por lo tanto entendía la confusión y el dolor que contorsionaba todo el hermoso rostro de la demoniza. Inspirando con profundidad, apoyó sus manos en el agitado vientre y lo recubrió de una espesa capa verde que calmaría un poco la inestabilidad de la energía y proporcionaría un respiro a la mujer. Los movimientos del médico eran calculados, medidos con exactitud para no agraviar la situación de la parturienta con su propia energía. Su bebé había comenzado a agitarse en su propio vientre, iracundo como su padre daba tremendas patadas que volvían sus rodillas como gelatina.
- Solo un poco más – musitó por debajo de su aliento, intentando ignorar los reclamos de su propio bebé para aliviar lo más pronto posible a Yuna. Cuando la energía se estabilizó, una sonrisa de autosuficiencia se asomó por su sudoroso rostro. Ahora el momento adecuado para proceder. Una vez que la energía se estabilizara, tenía pocos minutos para operar y remover al bebé sin mayores daños ya que se encontraba ligeramente sedado – Bien – alejó una de sus manos y movió el dedo índice hacia la base del vientre, dispuesto a hacer una pequeña incisión por donde saldría la futura princesa.
Al escuchar la atronadora voz de su pareja, su mano tembló y se detuvo a pocos milímetros de la piel de Yuna, afortunadamente sin hacerle algún corte. Dirigió una furiosa mirada a Shurik quien parecía cubrir toda la sala de operaciones con su enorme figura y sus alas extendidas.
- ¡¿Qué diablos crees que estás haciendo?! – increpó temblando de molestia. Nadie se interponía entre él y un paciente. A Nine poco le importaba la rivalidad entre los hermanos y los problemas con Lucifer, él tenía un deber para con sus pacientes y en ese momento Yuna era uno de ellos - ¡No puedes…! ¡Tú…! – comenzó a farfullar de manera entrecortada, sintiendo la tensión de las últimas horas sobre su cuerpo. Las extremidades le temblaban con violencia, el cuello donde había mordido Lucifer volvía a supurar con sangre y su bebé había reaccionado a la ira de su padre, agitándose con ahínco. Logró resistirse por unos segundos a la mano que lo jalaba con fuerza hasta que cayó con pesadez sobre uno de los costados de Shurik, estrellando el vientre primero - ¡Mil mierdas, tú maldi…! – pero una bola de energía que pasó rozando por su oreja, lo cayó al instante.
Sorprendido, Nine dirigió su mirada a un lívido Miros quien se había colocado entre Yuna e Ira con las alas extendidas de manera amenazadora. La amplia sala de operaciones se encogió hasta ser casi inexistente ante el poder de los hermanos. Los ojos del General de la Avaricia se habían oscurecido mientras que sus colmillos se hacían cada vez más presentes. ¡¿Cómo se atrevía Alekssandre?! ¡¿Prefería poner en peligro la vida de un inocente?! Tan ensimismado estaba en su propia furia, que no se dio cuenta que él estaba haciendo lo mismo con Nine al atacarlo de manera tan abierta. La cabeza del peli violeta estaba hecha un caos ante el sufrimiento visible de Yuna. No estaba seguro si el dolor era normal e intentaba consolarla a través de la marca, pero el desplante de Shurik fue la gota que derramó el vaso.
- Erro… - repitió desconcertado para después renovar su furia al darse cuenta de la rivalidad que aún sentía Ira hacia sus hermanos “traidores”. Sin pensarlo detenidamente, lanzó una nueva bola de energía que desapareció junto con Shurik cuando se transportó con Nine - ¡Maldición! – gritó con impotencia mientras se volvía rápidamente ante los temblorosos ayudantes, quienes se encogían en las esquinas. Sus ojos evaluaron a cada uno. Ninguno tenía la habilidad suficiente como Nine para realizar el procedimiento… no podía ser… ¿es que acaso Shurik no le importaba la vida de sobrina? ¿En serio la iba a dejar morir? ¿A quién acudiría ahora?
Su mirada violeta se movió por todos lados, pensando en sus escasas posibilidades. Chistando, se movió de nuevo hacia Yuna y acarició sus cabellos escarchados, sus manos temblaban y sus labios formaban una tensa línea que le impedían sonreír.
- No te preocupes… lo voy a solucionar – le susurró depositando un beso en la pálida y fría frente observando como poco a poco, la capa verde que Nine había invocado sobre el vientre desaparecía – Alguien debe…
- ¿Llamaste? – la fría y grave voz que escuchó a sus espaldas lo petrificó al instante – Yo puedo ser de mucha ayuda – aún encorvado sobre Yuna, Miros observó la alta figura de su padre parado en las puertas dobles de la sala con una sonrisa posada en sus labios.
Lucifer profundizó la sonrisa y caminó con porte casual hasta posarse delante de su hijo, quien se percató de que se trataba de una copia más de su padre. El original estaba ocupado en asuntos más importantes. El mayor le hizo una señal a su hijo para que se apartara, pero éste se encontraba amurallado delante de Yuna, dispuesto a protegerla de su padre.
- Estás idiota si crees que te voy a dejar – le gruñó enseñándole los colmillos y sujetando con una mano la orilla de la camilla donde se encontraba su pareja. Prefería que Febe realizara el parto antes de dejar que Lucifer les pusiera una mano encima a la mujer y a su bebé. Nadie sabía realmente lo que pasaba por la cabeza del mayor, quien siempre estaba urdiendo nuevos planes para torturar a sus hijos.
- No tienes muchas opciones – respondió encogiéndose de hombros y traspasando a su hijo como si se tratase de un fantasma. El cuerpo de Miros se estremeció y automáticamente se apartó cuando lo recorrió una corriente eléctrica.
- ¿Por qué…? ¿Tú qué sabes…? – masculló sin remover la mano de la escarchada orilla de la camilla
- Porque quiero ver cómo la ira te consume al saber que tu adorado padre recibió primero en brazos a tu bebé – sonrió con crueldad mientras que, con suma maestría y delicadeza, apoyó las manos sobre el vientre de la mujer ocasionando que el bebé dejara de removerse al instante. Dándole un largo vistazo a su hijo, observó como todas las tonalidades de rojo cubrían su rostro viéndose impotente para intervenir – Además fui yo quien los recibió a todos ustedes de sus madres - sabiéndose ganador de aquella batalla, Lucifer comenzó a operar con el conocimiento de que su hijo valoraría más la salud de su familia que la humillación.
Mientras tanto, en los cuarteles de Ira, un furioso Nine sostenía el muslo ensangrentado donde la bola de energía que Miros lanzó de último lo había impactado. Sus ojos azules se clavaban en la figura de su pareja.
- ¡¿Qué diablos te pasa?! – su gritó se convirtió de repente en un gemido de dolor. La pequeña figura del doctor se dobló a la mitad mientras que sus ensangrentadas manos se cubrían el vientre – Maldición – cerró con fuerza sus párpados palpando a ciegas por la pared para recargarse